15 grandes (y pequeñas) canciones sobre fútbol

La Copa del Mundo. Dicho así, con toda rotundidad, a uno se le ponen los pelos en formación y la mirada hecha un océano donde navegan las emociones bajo el ardiente sol del ideal. Pues bien, quítale al asunto toda la retórica sentimental y lo que te queda es un espectáculo capaz de competir en ordinariez con la mismísima Eurovisión (otro término que se las trae). Y aquí es donde me liaría a gorrazos -otra vez- con quienes se empeñan en ponerle además banda sonora. Malditos sean los Riquimartins, los Pitbulls, las wakawakas y toda esa carnaza de ceremonia inaugural. Arderán en el mismo caldero que los Cantajuego.

Por eso, por sana higiene auditiva, reivindico desde aquí quince canciones de fútbol hermosísimas. Porque la música y el fútbol aún pueden ser un arte si nos dejan los de siempre.

1. A COPA DO MUNDO – VINICIUS, TOQUINHO, MARIA CREUZA

Para empezar, una canción escogida por su título y como paradigma de lo mejor y lo peor de la música futbolera. Lo peor, el rollo chauvinista y comercial de un tema creado en 1958 por cuatro publicistas para «vender» el triunfo de la Canarinho en el Mundial de Suecia. Se llamó A taça do mundo e nossa  y disfrutó de cierto éxito durante años. Lo mejor es que, en 1970, coincidiendo con el final triunfal del gran ciclo histórico del fútbol brasileño, Vinicius, Toquinho y la Creuza nos dejaron esta broma-golosina en aquel mítico concierto en La Fusa, para rechifla del auditorio argentino. Versión que ha llegado a nuestros días gracias -oh destino- precisamente a la publicidad.

 

2. O FUTEBOL – CHICO BUARQUE

Sin duda, Brasil es el país que más y mejores canciones nos ha dado con el fútbol como protagonista. El maestro Chico Buarque, todo un fan declarado, -posee hasta su propio equipo cuyo himno, como no podía ser de otro modo, ha compuesto él mismo- acumula unas cuantas. Esta me encandila, especialmente por el paralelismo estético que establece entre el balompié y cualquier otra bella arte.

 

3. GOL ANULADO – JOAO BOSCO

Hablar de fútbol también nos sirve para hablar de otras muchas cosas. Un gol anulado, por ejemplo, puede ser la metáfora perfecta de una relación que se rompe. Así lo cantaba Joao Bosco: Aprendí que la alegría de quien está enamorado es como la falsa euforia de un gol anulado.

 

4. GARRINCHA – ALFREDO ZITARROSA

Las canciones dedicadas a las grandes estrellas son también moneda corriente. Si en la anterior aparecía Zico haciendo un cameo, esta otra está dedicada a uno de los más grandes peloteros brasileños de siempre. Mané, Garrincha, un juguete roto que murió pobre y alcoholizado. Algo que también ha dado siempre mucho juego al arte. La canción es de un uruguayo, Manuel Picón, y la voz, la de Zitarrosa, otro charrúa irrepetible como el mismísimo Schiaffino.

 

5. MILONGA DEL REY PELELA – DEMA Y SU ORQUESTA PETITERA

Ay, estos rioplatenses que lo mismo elevan a un brasileño a los altares que lo arrastran por el lodo. Con esta milonga, los brutales neotangistas de Mataderos, la emprenden con un mito por excelencia, Pelé. Claro, la comparación con Diego Armando era inevitable. No tiene desperdicio, por gamberra y por bien entonada.

 

6. PARA VERTE GAMBETEAR – LA GUARDIA HEREJE

¿Pelé o Maradona?. La historia del Pelusa, el gran héroe argentino, tiene todos los elementos propios de una epopeya que va de boca en boca en numerosos cantares populares. Desde el más payaso Maradona de Calamaro al más conciso y rockero Maradó de Los Piojos o al metafórico Maradona Blues de Charly García. Este otro es uno de mis favoritos, el de un músico inmenso como Jorge Marcelo Pandelucos, Alorsa, desaparecido demasiado pronto. PD: revisar también el Santa Maradona de Mano Negra.

 

7. NO ES POSIBLE UN MUNDO MEJOR CON ÁRBITROS BOMBEROS – LA GUARDIA HEREJE

Más de La Guardia Hereje. Porque no solo los futbolistas importan, también la afición y su némesis: el árbitro. Delicioso homenaje en una segunda lectura a todos aquellos a quienes papelitos en las manos les roban así sus ilusiones. Y el título, uno de los mejores con los que servidor se ha encontrado en los últimos tiempos.

 

8. BELFAST BOY – DON FARDON

Volviendo a los ídolos caídos, casi siempre geniales, una canción dedicada a quien pudo un día resolver la ecuación: Pelé was good, Maradona better, George…Best. El tema no es nada del otro mundo, como el propio intérprete, puro brit-pop de serie B, pero la mención es pertinente y a falta de que los Wedding Present le dedicaran algo más que el título y la portada de su primer disco… PD: no hagais mucho caso a la letra, repleta de perlas como you move like a downtown dancer!!!! 

 

9. THREE LIONS- THE LIGHTNING SEEDS

Curiosamente, la cuna del fútbol no nos ha dejado gran cosa al respecto musicalmente hablando -tampoco mundialísticamente hablando, por cierto- pero, aunque sea una canción por encargo para elevar los ánimos en la Eurocopa 96, este tema me encanta y los Lightning Seeds, tan infravolorados ellos, también. Jules Rimet still gleamin’ 

 

10. LA LEVA CALCISTICA DELLA CLASSE ’68 – FRANCESO DE GREGORI

La magia, el placer del juego, la imaginación. Patrimonio de los chavales, de los partidos en campos de tierra, en solares en construcción. De Gregori nos habla aquí de ese niño, del jugador conformado por el valor, el altruismo y la fantasía. Y del adulto desposeído de todo aquello por sus propias decisiones en la vida, un jugador triste que nunca ha ganado. Fútbol y poesía a la italiana.

 

11. LA PARTITA DE PALLONE – RITA PAVONE

Este sí que es todo un clásico, llegado también de Italia y con su conocidísima versión en castellano, interpretada por la propia Pavone y también por la inconmensurable Gelu. La otra cara del domingo vista con el prisma un tanto machista de hace más de cuarenta años. Muy divertida, en cualquier caso.

 

12. TARDE DE FÚTBOL – RINA CELI

La Pavone no fue, sin embargo, la primera mujer que le cantó al fútbol. Que yo sepa, el honor correponde a Honorina. Me refiero a la gran dama del swing español, Rina Celi, que grabó este hitazo allá por 1943; una canción que llegó a ser en su día sintonía del Carrusel Deportivo. Me encanta sin paliativos, incluida su letra naive a más no poder: Quien gana es campeón. ¡Toma ya!

 

13. EL FUTBOLISTA – PACO ORTEU

Más swing patrio, todo un territorio a descubrir y a gozar. En este caso, Paco Orteu nos ofrece una relamida guía práctica para convertirse en un rey del balón. Advertencia: a partir de la escucha de este tema, sus guateques caseros nunca volverán a ser lo mismo.

 

14. MINITRAGEDIA DE ARCONADA (EN 3 SEGUNDOS) – SEÑOR MOSTAZA

Ahora, una pequeña pieza de orfebrería. Aunque son muchos los «indies» que se han acercado al fútbol como parte de la cultura pop -Los Planetas, Tachenko, La Habitación Roja…- me quedo con un grupo muy superior a todos estos en muchos aspectos y, sin embargo, olvidado por la mayoría. En esta suite de apenas tres minutos, Señor Mostaza nos recuerda un episodio negro del pasado de la selección española: la cantada de Arconada en la final de la Eurocopa 84. Y nos recuerda además que, hoy como ayer, los hinchas reaccionan exactamente igual ante un fracaso.

 

15. RA RA RA – BENITO MORENO

Esta la he dejado adrede para el final. Me gusta la voz; el talento de su autor, oscurecido por este entretenimiento; y me gusta la ironía de que, pese a ser un ataque frontal contra el aficionado que traga con todo –borrego, lo llama sin ambages- lleve años siendo la sintonía del programa favorito del aficionado que traga con todo. Hay que escucharla entera hoy más que nunca, cuando los depredadores habituales están a punto de no dejar sino los huesos pelados de un deporte que se resiste a dejar de ser algo hermoso.

 

La noche de Varennes

20 de junio de 1791. Los Borbones, prisioneros de un nuevo orden, deciden escapar de París rumbo a la frontera donde les esperan sus amigos contrarrevolucionarios y, tal vez, la última oportunidad para la salvación del Ancienne Règime. Parten convenientemente disfrazados, aprovechando el hecho de que Niepce -aún un jovenzuelo- no tenía por entonces ni  idea de qué hacer con las sales de plata. Pero un maestro de postas con memoria fotográfica reconoce la cara del señor que sale en los billetes y les sigue hasta Varennes-en-Argonne, la última etapa del viaje. ¡Que es el rey, puñetas!, espeta a los lugareños. Uno de ellos también lo reconoce y se inclina ante él: Señor. Luego todo es batiburrillo de gentes, soldadesca y revolucionarios. Total, que al final se vuelven a París con el rabo entre las piernas y una escolta que ríete tú del pueblo de los Simpson enfurecido.

A partir de esa noche, el cambio al ralentí se acelera y, en los meses siguientes, se proclama la República, llegan los juicios y el beso de la Louisette en el pescuezo. Vamos, lo que viene a ser salir de la sartén para caer en las brasas. Lo más curioso de todo es que el rey, en su fuga, había deseado en todo momento que los ciudadanos le descubrieran, que cayeran rendidos a sus pies y renunciaran a su nueva condición para volver a convertirse en sus felices súbditos. Pero no, las cosas habían cambiado en la calle aunque siguiera brillando el mismo sol sobre los palacios. (más…)

Ananké en la tercera planta

En una habitación de hospital, superados ya los ochenta, enfrentado a sus propias emociones, uno decide rendirse al fatalismo con la misma naturalidad con que reclama un vaso de agua y una pastilla que le permita dormir sin dolor. «Lo siento, padre», le dije al despedirme. «No importa. Tú aún tienes toda una vida para verles ganar».

Una de las mejores películas jamás rodadas sobre fútbol tiene como protagonistas precisamente a un padre y un hijo. Se disputa la última jornada de la Liga 1970-71 y el Atlético de Madrid puede convertirse en campeón si derrota en su estadio al Barcelona. Ambos escuchan el partido en la radio, dentro de un coche. Dentro del padre, a su vez, acecha el cáncer. El partido termina con empate a uno y con un llanto sordo y prolongado. De repente, el chaval interrumpe el silencio: El año que viene vamos a ser campeones. Ya lo verás.

La diosa Ananké, con la varita de liarla parda

La diosa Ananké, con la varita de liarla parda

No sé por qué -aunque sí sé por qué- me acordaba de este corto, «Campeones» , de camino a casa. En ese diminuto televisor a monedas había creído ver la mano de Ananké levantando en vilo a Sergio Ramos, la misma que cuarenta años antes guió el chupinazo de Schwarzenbeck hasta la portería del Atleti. Dos copas de Europa perdidas en el último minuto. La mano de Ananké, el Destino, mostrando a mi padre un paisaje de matorrales y chimeneas mineras desde la ventana de la tercera planta. Ese hombre que, durante años, había convertido la épica de la derrota en un salvoconducto para atravesar las fronteras que la vida había ido levantando a su paso.

Él fue quien me regaló aquel banderín del Atleti, los cromos de aquellos futbolistas melenudos con bigote y patillas, mi primera teogonía: Reina, Luiz Pereira, Leivinha y Ayala. El, a pulmón de sus propias renuncias, me narró con detalle durante años las gestas del Pupas. Todo aquel quieroynopuedo. Y parecía, además, que compartíamos cierto placer autocomplaciente del que nunca pude librarme del todo. Hasta ahora mismo. (más…)

EL HORROR

El telediario de la mañana huele a napalm. Apesta a victoria.

Aquí me quedé hace unos días, con mi pose a lo Dennis Hopper frente al presidente y al IBEX 35 -qué nombre para antagonista de James Bond o supergrupo villano de la Marvel- reunidos en alabanza a Mammón. Por cierto, el naming del Antiguo Testamento es absolutamente genial.

Pero, de pronto, llega otro telediario que nos encadena a nuestras palabras, nos vira los ojos hacia dentro y nos obliga a escudriñar la oscuridad que guardamos hacia el quinto espacio intercostal. En mi caso no es mucha, no se crean, es más un nubarrón de paso que no descarga, una intuición del fuego sin apenas humo. En mi caso, sin embargo, es más una cuestión de estética.  (más…)

Niñas malas, mujeres perversas

Y va y se muere Gabo. Y en estas que mis gatas trepan una vez más a la biblioteca y arrojan al suelo un volumen, «Memoria de mis putas tristes», de Gabo. Fue su última novela. Literalmente. Y en el final, un principio de los suyos, de los de periodista: El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen. Y el protagonista es periodista también, como Gabo, como yo mismo. Y en el libro, además, sale un gato.

Esto no es realismo mágico, sino magia realista. Porque dos días después salgo a la calle al encuentro de otro libro que llevo años buscando, una de esas obras abandonadas tras el cataclismo de la editorial Minotauro y que ahora los de Sexto Piso, siempre tan perspicaces sobre la demanda subterránea en la red, han editado en una espléndida versión ilustrada. Me regalo, al fin, «La cámara sangrienta«, de Angela Carter. Y resulta que la protagonista de la historia que da título al libro es la adolescente desvirgada por Barba Azul. Y el círculo del azar se cierra con un sonoro clack. (más…)

Otra música infantil es posible (II) Acuarela de Brasil

Después de todo el ruido y la furia desatados en la primera entrega de esta mini-guía, vuelvo hoy embriagado de tropicalismo, relajado como una mañana de domingo en Ipanema. Porque si existe en esta tierra algún Dorado de la música infantil, ese es Brasil, adonde me encamino ahora. Lo que pasa es que, de repente, si no aparece la insufrible Xuxa, aparecen las odiosas comparaciones y me entra una mala leche de guardia civil jubilado. A ver, entre los múltiples horrores perpetrados por los Cantajuego figura una tonadilla titulada «El arca de Noé», de esas imposibles de sacar de tu cabeza sin la ayuda de un picahielo; un inventario gesticulante de animales encabezado por el co-co-driii-lo y el oran-gu-tán bien conocido en las veladas de campamento veraniego. Y entonces voy y me acuerdo de Vinicius de Moraes.

Fábulas brasileiras

Vinicius, el más grande poeta popular brasileño, músico por añadidura, escribió en los setenta una serie de poemas infantiles para sus hijos que, años después, convertiría junto a Toquinho en dos discos titulados precisamente «A arca de Noé» (1980) . Este otro inventario superaba la anécdota para acercarnos a la fábula. Ponía en manos de los niños el inmenso tesoro musical de aquel país, acompañado de letras con un sentido mucho más allá de la superficie. Elis Regina, Milton Nascimento, Tom Jobim o Chico Buarque, son algunos de los músicos que participaron en el proyecto. Para que os hagáis una idea anglosajona, es como si Lennon, Jagger, Dylan o Ray Davies se unieran en un disco hecho para los niños. El resultado solo podía ofrecernos joyas como esta

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Otra música infantil es posible (I)

Solo hay una colleja más deseada que la que merecen la nuca de un banquero o la de un mimo: la que gustoso repartiría a todos y cada uno de los Cantajuego. Esa máquina infernal de hacer dinero e idiotizar infantes. Y tú, generacioncito equis que ahora eres madre o padre deberías darme la razón. Sí, tú, que mides con cautela la distancia entre la ventana de tu salón y el asfalto la enésima vez que tus niños demandan cual yonquis su dosis diaria de cedé o deuvedé. A vosotros, que como a mí mismo, os faltan agallas para emprender acciones drásticas quiero ofreceros hoy una alternativa. Porque otra música infantil es posible. Basta, como siempre, con dejar la cuestión en manos de gente con talento capaz de respetar a los niños.

Comencemos derribando una barrera levantada por no sé qué memo y aceptada tácitamente por todos: los niños son capaces de disfrutar de obras bastante más complejas que el infame «soy una taza y una tetera». De hecho, algunos son capaces incluso de componerlas y ejecutarlas. Cierto, su cociente intelectual es elevado, pero no por ello dejan de ser niños. La música clásica -al menos hasta el siglo XX- es puro ritmo y armonía, dos elementos al alcance de cualquier oído, incluso los más tiernos.

Mucho más accesible resulta todo si nos limitamos a la música popular contemporánea. En esta primera entrega os presento algunas sugerencias de los 50, 60 y 70. Música inteligente para que disfrutéis a dúo con vuestros bambinos. (más…)

Puedo mitificar y mitifico

En estos días los españoles se han convertido en Antonio Alcántara y hablan de «Adolfo» como de esa figura lejana de la que uno se siente compadre, modelo de referencia y vida soñada;  en todas las bocas resuena el eslogan «el mejor presidente», como si hubiera una Liga de Campeones de la política y el «espíritu de la Transición» nos sobrevuela. Y aquí vengo yo en estos días, el ser amoral, el niño de los porqués a pedir que razones tu respuesta. Y entiendo que es imposible porque la Historia ya está escrita, sellada y bendecida.

Adolfo Suárez, ante todo, fue un político. Obvio, ¿no? No lo parece, cuando cuesta encontrar un defecto en la lista interminable de virtudes proclamadas. Pero es que la lectura de su vida solo puede hacerse hoy a través de la tarea que un día le fue encomendada: devolver la libertad a un pueblo. Semejante empresa solo puede estar reservada a un ser excepcional o, de lo contrario, condenada al fracaso. De ahí que, para convencernos del éxito obtenido, durante años se haya ido construyendo un mito, la Transición, con un protagonista central, el héroe que hoy vuelve a nosotros con toda su carga emotiva.

El último gran héroe

Toda construcción mítica precisa de un héroe que la defina. La Transición -así, con mayúsculas- tiene en el imaginario colectivo los rasgos afables de un hombre bien parecido, educado, que encarna los valores del mito: generosidad, conciliación, esperanza. Lo individual y lo colectivo se funden. Pues ya tenemos un símbolo al que agarrarnos. Ahora toca interpretar los hechos históricos a partir de ese patrón asumido por todos.

Allá por el siglo XIX, un intelectual escocés, Thomas Carlyle, diseñó toda una teoría sobre el héroe moderno, alejado precisamente de cualquier ideal democrático. En  «Los héroes» nos mostraba a éstos como los auténticos motores de la Historia, hombres -mujeres no, fíjate tú- de acción y de espíritu, capaces de desencadenar procesos superiores con la sola fuerza de sus convicciones; gente sincera y valiente, enfrentada incluso a los suyos y sacrificada habitualmente en aras de ese bien superior que persiguen. ¿Os suena? Bien.

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LOMCE, ley de mi vida

«La punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para asomar, en el tercero, tras el borde de los dientes; pero en el segundo, los labios se cierran a bocajarro clausurando cualquier vía de escape: Lo.M.Ce».
Disculpad la torpe parodia de Nabokov, pero es que hay algo de simbólico en esa M, situada en el justo centro de la nueva ley, que me pone los pelos de punta. Y es significativo, vaya que sí. Lo mismo que cuando uno escucha pronunciar la palabra «España» a un patriota: la P suena como si te pegaran un tiro.

Y todo este post tiene su origen en el ataque de Telecinco que sufrí hace unos días. Es lo que tiene comer con los padres. La doble andanada incluía sendos talent shows, que llaman ahora al «Y usted qué sabe hacer» de toda la vida. Para abrir boca, un concurso de imitadores de Juanito Valderrama. Marca España en plan vintage. Canciones de amor a la madre, a la patria quería, a la quería a secas. Y miren que como cantaor flamenco el «chino» me merece un grandísimo respeto, pero lo que es la coplilla de brasero y anís del mono… no puedo con ella ni a sombrerazos.

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«Anda, ven aquí que te voy a explicar bien lo de las Variaciones Goldberg»

El siguiente espectáculo al que asistí me pareció aún más siniestro porque sus protagonistas son menores de edad. «La Voz Kids» se llama y dicen que es líder de audiencia. Los chavales son exhibidos impunemente por unos padres que, salvo excepciones, se me antojan frustrados y/o codiciosos, hambrientos en cualquier caso de unos minutos de gloria aun a  costa de otros seres de cuya educación deberían ocuparse en esos mismos momentos. Niños y niñas en los que su incipiente atracción por la música es canalizada a otros pantanos bien lejos del puro disfrute y aprendizaje. Niños y niñas obligados a competir entre si y juzgados públicamente por expertos de la talla de Bisbal o Rosariyo. Voces, sí, pero huecas antes de haber podido llenarse de algo verdadero.

En fin, que en esas estoy cuando recibo un mensaje de algo sobre lo que tal vez no se hayan puesto bastantes gritos en el cielo: a partir del próximo curso escolar, la enseñanza de la Música dejará de ser obligatoria en esta tierra de María Santísima.

Desde «La República» de Platón la Música forma parte esencial de la misma historia de la educación. Del quadrivium escolástico al Renacimiento, a la Ilustración que nos dejó cierta esperanza de luz,  la Música era una de las piezas esenciales que permitirían levantar la casa filosófica del hombre. La fama era, a su vez, la cúspide situada al final de un camino de autoperfección y esfuerzo constante. El maravilloso viaje en el que…….. ¡Al carajo! ¡Queremos el mundo y lo queremos ahora! ¿La fama cuesta? Pues me la pela.

En fin, no es cuestión ahora de hacer una encendida defensa y elogio de la música. Tiempo y espacio más que suficientes habrá en otros lares, pero al menos centrémonos en esta paradoja: mientras la música desaparece de los planes de estudio florecen los espectáculos destinados a prefabricar estrellas infantiles. De referentes como Bach y Pergolesi -o de Tom Waits o Elvis Costello, qué se yo- aún se puede aprender algo, crecer personal y espiritualmente. De Bisbal y Miley Cyrus solo se obtiene una enseñanza, amén del meneo de bullarengue: si hago esto así y así, obtengo esto a cambio. Les estamos fallando estrepitosamente, les estamos dando gato por liebre: la música como herramienta mercantilista. Pero, ay, como nos enseña «Lolita» los niños forzados a convertirse en adultos antes de tiempo se transforman en monstruos capaces de devorarnos también a nosotros mismos.

José Ignacio Humwert

José Ignacio Humwert

Entre las muchas «bondades» neoliberales de la LOMCE del ministro Humwert Humwert, a quien curiosamente no se le cae la «excelencia» de la boca, merece la pena señalar este ariete que arrasa con la disciplinas artísticas, el último lastre, el último bastión de una educación humanista.  La estructura de poder reclama las piezas precisas para los precisos engranajes. Por eso, de la escuela pública no deben salir personas sino vasallos que entiendan cuál es su lugar en dicha estructura y sirvan a sus fines. Mientras tanto, los líderes se seguirán educando de forma privada y podrán hacer uso y disfrute de ese ocio refinado que, por derecho propio, les perteneció siempre.

Dejemos pues la música para la fanfarria. Es lo que han hecho recientemente en la ciudad siciliana de Siracusa con motivo de la visita del nuevo primer ministro italiano Matteo Renzi. Los alumnos de la escuela Raiti fueron obligados a interpretar un número musical en honor del mandatario titulado «Clap and jump per Renzi». En tempo de blues -al menos- la letra decía cosas como esta: «Somos felices y te clamamos que a partir de hoy, dondequiera que vayas, no te olvides de nosotros, de nuestros sueños, de las esperanzas que te confiamos hoy a ritmo de blues» y más adelante «las niñas y los niños encomendamos el futuro a tus ideas y tu trabajo». Vamos, que ni en Corea del Norte habrían tenido mejor gusto.

Por lo pronto aquí los chavales ya entonan mal que bien lo de «Yo soy español, español, español» y, con un poco de suerte, gracias a la asignatura de Religión obligatoria aprenderán también a entonar un «Alabaré, alabaré…» como Dios manda. O a fabricarse, tal vez, un rosario con los dientes de marfil de alguna desdichada.

Arraianos, la vida en la frontera

«No es una película entretenida, jamás será nominada a un premio Goya, pero no se la pierdan». Así, al modo en que el New York Times se rindiera una vez a los encantos de Lola Flores,  caigo yo rendido ante «Arraianos» (2012), una joya que el gallego Eloy Enciso (Meira, Lugo, 1975) ha engarzado en este cine patrio cada vez más ramplón a mayor gloria de los dos grandes superproductores Medialoquesea. En lugar de «cine» iba a decir «cartelera», pero «Arraianos» transita más bien por el circuito de los festivales y cineclubes. Luego dirán, claro, que si gafapastas y que si esnobs… El caso es, como siempre, rechazar las uvas porque están verdes. Desde su presentación en Locarno, la película ha recogido incluso algunos premios en el camino -Buenos Aires, Sevilla- y ahorita la tenemos en el IBAFF de Murcia 8/3/14.

Por mi parte, el descubrimiento se produjo en el granadino Palacio de los Condes de Gabia, dentro del ciclo «Historias sin final». De esas cosas que organiza una Diputación provincial que, esa misma noche, asistía en pleno a la inauguración de una exposición de portadas de «La Razón» -lo que vendría siendo una suerte de Ciencia Ficción Serie B- y cuyo responsable de Cultura, por cierto, se quejaba recientemente de que un certamen de cine premiara un documental por la sencilla razón de que «eso no es cine».

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